A diferencia de la disciplina tradicional basada en la penalización y la compensación; la disciplina positiva se caracteriza por enseñar a los padres distintas herramientas para comprender las necesidades, así como las motivaciones de sus hijos y de esta manera manejar las situaciones de mejor forma, al igual que educar con más paciencia y amor.
Asimismo el nivel de madurez de los adolescentes, así como su comportamiento durante esta etapa y su rendimiento escolar, se encuentran directamente relacionados con el vínculo o el tipo de relación que los jóvenes tengan con sus padres. Ya que generalmente cuando existe estabilidad en el hogar y buena comunicación con los padres, los jóvenes suelen tener una actitud más positiva, ser más responsables y evitar comportamientos peligrosos o irresponsables.
¿Cómo puedo aplicar disciplina positiva con mi hijo?
Primordialmente es necesario que los padres de familia entiendan que esta etapa es de vital importancia en el desarrollo de los jóvenes y que muchas veces solamente es necesario guiar a través de consejos y experiencias para que los hijos puedan aprender de forma independiente, así como consciente.
Por otro lado, algo que también es indispensable para generar disciplina positiva y mejorar el vínculo afectivo entre padres - hijo, es establecer buena comunicación. Ya que al escuchar sin juzgar no solo ayudará a que sus hijos se sientan con la confianza de contarles las cosas y abrirse con ustedes sin temor, sino que también ayudará a generar una relación auténtica que se base en el respeto mutuo, confianza y admiración. De la misma manera que como padres de familia, refuerzan el sentido de apoyo dejando a sus hijos ser libres tomando las mejores decisiones.
Otro punto importante es priorizar el tiempo para la comunicación durante las cenas o momentos especiales, para que sus hijos puedan acudir con ustedes cuando tienen alguna necesidad, y así, puedan mantener conversaciones desde un punto de vista familiar o íntimo. Al igual que en estas ocasiones, se pueden dar excelentes oportunidades para detectar problemas o anomalías en la vida de sus hijos.
De esta manera los gritos y castigos pueden ser reemplazados por empatía y consejos. Escuchando y conectando emocionalmente, para enseñarles a sus hijos a comprender mejor las cosas y madurar, por medio de orientación y experiencias en lugar de regaños o momentos negativos que puedan dañar la relación o la salud mental de sus hijos.
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